Los manantiales y fuentes, y sus aguas, son un yacimiento inagotable de conversaciones, comentarios, discusiones y curiosidades de muy diversa índole, especialmente entre las gentes del campo. En este apartado se recogen, a título de ejemplo, algunas de las curiosidades más comentadas.
En concreto, se arranca con 51 de ellas (“más de 50”), con la intención de ir ampliando la relación con las aportaciones que vayamos recibiendo; así pues, si conoce otras curiosidades, o quiere puntualizar o añadir algo a las aquí expuestas, no dude en contactar con nosotros a través de conocetusfuentes.com
1.- Acequias y transporte del agua.- Aunque al principio el hombre se asentó sobre los manantiales (y sus cuevas y abrigos frecuentemente asociados), con el dominio de la ingeniería hidráulica fue transportando el agua cada vez a mayores distancias, bien para irrigar terrenos o para dotar de abastecimiento a lugares con mejores condiciones de asentamiento. Todavía se conservan impresionantes obras de ingeniería hidráulica (azudes, presas, acequias, acueductos, túneles, puentes, sifones...) que tuvieron su origen en manantiales, algunas de ellas, de decenas de kilómetros de longitud.
2.- Aguaderos y bebederos.- En el inclemente y tórrido estío andaluz, las charcas, pozas, fuentes, arroyos, manaderos y demás manifestaciones de aguas subterráneas son las únicas permanentes, por lo que son muy visitadas por el ganado y la fauna, que acude a ellas con verdadera avidez. Aguaderos y bebederos es el nombre de estos lugares, muy conocidos en cada comarca por las gentes del campo, pastores, cazadores y naturalistas, entre otros.
3.- Aguadores.- Es difícil encontrar un pueblo o ciudad en Andalucía que no contara con manantiales y fuentes, y con su correspondiente legión de aguadores, que sometían el líquido elemento a las leyes del comercio, oficio que se ha dilatado hasta bien entrado el s. XX. En los pueblos, y en los tajos de trabajo, los aguadores fueron siempre una estampa costumbrista, con sus recuas de acémilas y sus aguaderas de esparto cargadas con cantaras de barro de fresquísima agua.
4.- Aguas de boca.- Las aguas de algunos manantiales y fuentes gozaron (y gozan) de enorme fama por la bondad para la bebida. Junto a los caños se formaban largas colas, con frecuentes trifulcas, por lo que, en muchas ocasiones, fue necesario establecer turnos y limitar la cantidad de cantaras a llenar. A ciertas fuentes que conservan aún su fama, acuden gentes de procedencias diversas y lejanas a por el abasto semanal o mensual.
5.- Aguas hediondas o con olor a huevos podridos.- Ese desagradable olor es perceptible en algunos manantiales, denominados frecuentemente hediondos o sulfurosos. El olor lo da el gas sulfhídrico que se desprende del agua, adquirido al atravesar niveles de materia orgánica o yacimientos de sulfuros. Aunque el olor es repulsivo, son aguas de consumo muy apreciado por sus propiedades curativas sobre ciertos trastornos, especialmente intestinales.
6.- Aguas picantes y agrias.- Hay aguas que presentan sabor picante debido a sus elevadas concentraciones en anhídrido carbónico disuelto. En esos casos, lo más frecuente además es que el agua posea también hierro, que da un inconfundible gusto a herrumbre (agrio).
7.- Aguas santas.- Los manantiales fueron considerados en la antigüedad como manifestaciones de ninfas o diosas, y en la época cristiana muchas veces relacionados con la Virgen por sus frecuentes apariciones junto a sus aguas, veneradas con el alzamiento de Ermitas y Santuarios. Esa férrea creencia, unida a las bondades naturales del agua y de los remansos de paz de los nacimientos y sus entornos naturales, operó en muchas personas curaciones milagrosas, lo que no hizo más que acrecentar la devoción por las aguas. A estas fuentes santas se acudía para pedir sanación, favores o en procesión para aplacar sequías, desastres naturales...
8.- Aguas termales.- Las manifestaciones de agua caliente siempre han sorprendido y espoleado la imaginación de las gentes. Muy frecuentemente se relacionaron con volcanes dormidos o calderas magmáticas existentes bajo la superficie del terreno. Pero el motivo más común de esa anomalía es el incremento de la temperatura de la tierra con la profundidad (denominado gradiente geotérmico, y que es de 1ºC cada 33 metros aproximadamente), suficiente para calentar sensiblemente a aguas que fluyen en profundidad y ascienden rápidamente a superficie a través de fracturas. Aparte de su elevada temperatura, esta agua se caracterizan por llevar disueltas muchas sales, gases y elementos minoritarios, algunos ligeramente radiactivos, todo ello de efectos muy beneficiosos para el hombre, que desde antiguo buscó y utilizó estos emplazamientos para baños, ingesta de aguas y unción de barros y lodos. Muchas de esta agua fueron declaradas como minero-medicinales.
Los animales fueron siempre los primeros en descubrir el poder curativo de los baños de barro caliente, que buscaban ávidamente para desparasitarse y restañar heridas y enfermedades de la piel. Esa es la razón de algunas chocantes toponimias dadas a aguas, en principio, tan saludables (Baños de la Marrana, Baños del Piojo... ...)
9.- Aljibes bajo tierra.- En fuentes y minas de agua de muy escaso caudal, situadas en zonas áridas sin otras alternativas de suministro, se han ideado sistemas de cierre con pantalla y grifo, que permiten almacenar las aguas dentro del terreno mientras no son utilizadas, evitando de paso la evaporación y su posible contaminación.
10.- Balnearios.- El uso balneario de los manantiales termales tuvo un auge excepcional con los romanos, que otorgaron a estas aguas un fuerte carácter simbólico, con la construcción de termas y templos consagrados a ellas. La cultura árabe fue también una gran impulsora de la práctica termal. De este modo, Andalucía heredó y vivió un pasado esplendoroso, con magníficos edificios balnearios, que cayeron en decadencia a mediados del s. XX.
11.- Biodiversidad.- El nacimiento de aguas en ambientes climáticos y fisiográficos muy diferentes (desde desiertos a montañas) propició la aparición de especies vegetales y animales singulares adaptadas a dichos medios y a la extremada variabilidad en calidad de las aguas (frías, calientes, dulces, saladas, etc.). El aislamiento y distancia entre surgencias indujo además procesos adaptativos específicos, con la frecuente colonización de especies raras y endemismos. Por último, la transformación ancestral de estos enclaves por el hombre, normalmente para el regadío, con acequias, balsas, huertas, setos, etc., aumentó la riqueza del medio, propiciando un nuevo incremento de la biodiversidad asociada.
12.- Burbujeos.- Muchas veces son apreciables intensos burbujeos en las pozas o charcas de los manantiales. Ello se suele deber a salidas de aire arrastradas por el agua en los conductos kársticos y más raramente a desprendimientos de gases disueltos del agua.
13.- Caminos del agua y trazadores.- Uno de los motivos de conversación más reiterativo entre las gentes del campo es el de la procedencia del agua de manantiales y fuentes. "Este agua viene de Sierra Nevada", es una de las sentencias que más se oyen para explicar caudalosos nacimientos de frías aguas, aunque nos encontremos a centenas de kilómetros de distancia del citado macizo. Los hidrogeólogos utilizan ciertas sustancias, conocidas como trazadores, para conocer los caminos seguidos por el agua. Se trata normalmente de compuestos químicos, algunos colorantes, añadidos al agua en zonas concretas por donde se sabe que se infiltra. Los antiguos utilizaban paja fina, que echaban en ciertas cuevas y grutas hasta detectarla en las salidas naturales. Todavía se mantienen incógnitas científicas sobre la procedencia del agua de algunos manantiales, que realzan así su halo de misterio.
14.- Caminos, fuentes y peones camineros-forestales.- Muchas fuentes se encuentran a la orilla de carreteras y caminos, como es de suponer, no por casualidad, sino porque las aguas fueron conducidas hasta allí por las cuadrillas que trabajaron en su construcción. Eran labores que se hacían con sumo agrado, con el fin de abastecer a las personas y sus animales, en unos tiempos en los que los trayectos duraban casi una eternidad. Hubo muchos peones camineros y forestales que destacaron en estas tareas, levantando unas rudimentarias y sobrias fuentes de mampostería, que aún perduran, como si por ellas el tiempo no hubiera pasado, si no fuera por la continua merma del caudal de sus caños.
15.- Careos, riegos y fuentes.- El careo de aguas hace alusión al abandono intencionado de estas en bancales y laderas, a partir de su derivación desde ríos por acequias. Se trata de una práctica ancestral, cuya finalidad era recargar al terreno, lo que terminaba originando fuentes y rezumes aguas abajo. Algo parecido ocurría con los generosos riegos por gravedad, cuyo abundante retorno de excedentes era responsable también de muchos nacimientos. El abandono de azudes, acequias, careos y riegos tradicionales, sobre todo en zonas de montaña, está haciendo desaparecer muchas de sus fuentes y zonas húmedas asociadas, un proceso de inexorable y callada transformación del paisaje y de los ecosistemas, sobre lo que es necesario reflexionar y actuar en consecuencia.
16.- Castillos, guarniciones y manantiales.- Algunas de estas construcciones militares se levantaron al amparo de manantiales, con el fin de defender tan estratégicos enclaves (entre ellos las salinas) y de paso garantizar el abastecimiento en épocas de revueltas o asedios. Esa suele ser la explicación de algunas localizaciones en vaguadas y depresiones, y no en altozanos como era costumbre. Especial relevancia tuvieron los manantiales costeros en el levantamiento de castillos y torres vigía, que defendían así puntos de aguada estratégicos para el suministro de la marinería.
17.- Catedrales subterráneas.- El agua de manantiales carbonatados suele poseer una concentración de carbonato cálcico disuelto del orden de medio gramo por litro. Con el paso del tiempo se entiende que esa cantidad de mineral arrancada a la roca termine generando fabulosas oquedades. Los espeleólogos han descubierto conductos y salas de enormes dimensiones, verdaderas catedrales de piedra bajo tierra, primorosamente adornadas además por toda una variada gama de depósitos cristalinos (espeleotemas).
18.- Caudales de base.- El tiempo que necesita la gota de escorrentía superficial más alejada de una cuenca para alcanzar el mar, se conoce como tiempo de concentración. En los ríos andaluces ese tiempo es de sólo unos pocos días. Eso quiere decir, que sin embalses, ni otras alteraciones del flujo natural de las aguas, los ríos se quedarían sin caudal muy pronto después de la última precipitación, lo que no ocurre por los aportes de aguas subterráneas, de flujo más lento. Esos aportes al lecho son de enorme importancia para el mantenimiento del flujo, y son conocidos con el nombre de caudal de base.
19.- Densidad de surgencias.- En terrenos muy permeables (acuíferos), la densidad de manantiales suele ser baja, debido a que frecuentemente el flujo subterráneo está muy jerarquizado, conduciendo las aguas hacia puntos muy concretos de surgencia. Sin embargo, aunque en un principio pudiera parecer paradójico, en materiales de baja permeabilidad (acuitardos) el número de manifestaciones de agua suele ser más abundante, ya que en ellos el flujo es, por decirlo así, más anárquico, dirigiéndose hacia un mayor número de puntos de drenaje. Eso si, se trata de manantiales de bajo caudal y normalmente temporales.
20.- Diversidad composicional.- Se puede decir que no hay dos aguas de manantial con la misma calidad, incluso estando próximas entre sí. Ello suele ocurrir especialmente en macizos rocosos de baja permeabilidad, al aflorar en un mismo lugar aguas que han seguido fracturas y discontinuidades procedentes de diferentes profundidades y lugares.
21.- Edad de las aguas.- Las aguas de manantial circulan a muy baja velocidad, y algunas veces tienen además que hacer tortuosos y larguísimos viajes. Por eso no es de extrañar que lleguen a tener decenios de años de antigüedad (el agua extraída por sondeos puede superar incluso miles de años). La datación de las aguas se hace por técnicas isotópicas.
22.- Efecto sifón.- En algunos manantiales kársticos, y sobre todo en el interior de cuevas y galerías, se dan periódicas y súbitas crecidas de caudal, como consecuencia del rápido vaciado de sifones de agua. Ello puede provocar accidentes fatales de espeleólogos, especialmente en épocas de crecidas. En el exterior, estas salidas intermitentes de agua dan lugar a manantiales denominados sifonantes.
23.- Endemismos y especies raras.- El aislamiento de manantiales, las peculiares calidades de las aguas y las variables ambientales y climáticas reinantes en cada emplazamiento, han favorecido con el tiempo procesos de diferenciación adaptativa, con la aparición frecuente de especies endémicas o raras. La fauna asociada a aguas subterráneas en grutas kársticas es una de las más diversas y desconocidas actualmente. Algo similar ocurre con la fauna y flora de aguas hipersalinas, ferruginosas y sulfurosas.
24.- Embalses subterráneos.- Bajo la cota de los manantiales, que actúan de aliviadero, el agua se encuentra saturando todos los poros y discontinuidades intercomunicadas de la roca. Aunque la proporción de agua en volumen es pequeña, solo del orden del 5 al 10 %, pueden llegar a alcanzarse fabulosos volúmenes de aguas almacenadas debido a la vasta extensión y espesor que poseen los sistemas acuíferos.
25.- Epigrafía de fuentes.- Los antiguos pobladores de Hispania fueron especialmente prolíficos en la elaboración de inscripciones conmemorativas, en piedra, para dejar constancia de la construcción de sus fuentes. Las más antiguas conservadas datan del s. XII y las hay de todas las épocas hasta nuestros días, manteniéndose muy viva todavía la tradición de reflejar la fecha y, sobre todo, el nombre del regidor responsable de la obra.
26.- Fecundidad y fuentes.- Las aguas de ciertas fuentes poseían un fuerte poder ritual para dotar de fecundidad. Ello se conseguía en forma de inmersión o de libaciones, y, en algunos pueblos, lavando los colchones de boda, con lo que se auguraba supuestamente ánimo y fertilidad al futuro enlace.
27.- Guerras, bandoleros y manantiales.- En épocas de revueltas, los manantiales, y sus frecuentes cuevas y abrigos, en zonas recónditas de montaña, se convirtieron en excelentes puntos de refugio, dominio y uso estratégico. No es de extrañar, por tanto, que alrededor de ellos se produjeran abundantes refriegas, episodios y hechos, muchos de los cuales han llegado hasta nuestros días, e incluso dado nombre a esos lugares. El bandolerismo andaluz está repleto de episodios junto a fuentes de caminos y cortijos, y solitarios manantiales, cuevas y abrigos de montaña
28.- Lavaderos.- Los lavaderos a partir de aguas de manantial siempre fueron preferidos a los de río, sobre todo por la transparencia, pureza y templanza de las aguas, especialmente en los gélidos días de invierno. Constituyeron un lugar sagrado de sociabilidad femenina, prácticamente el único espacio reservado del que disponían. El lavado se regía por normas muy estrictas. En ellos se lavaba no solo la ropa, sino otros muchos productos y enseres domésticos. En algunos lavaderos había letreros con curiosas restricciones, como no lavar tripas (para la matanza) o ropas de muerto.
29.- Leyendas y cuentos para niños.- Muchos manantiales son sitios peligrosos para los niños. Minas, pozas, albercas, acequias, ríos o zonas húmedas han sido siempre lugar de juegos y aventuras infantiles que causaron abundantes desgracias. Por ese motivo eran frecuentes los cuentos y leyendas de terror sobre tales lugares. Grandes reptiles y monstruos que habitaban en las aguas, profundidades insondables, hombres mantequeros o desapariciones misteriosas eran invocadas para ahuyentar en la medida de los posible a la chiquillería de estos sitios de peligro.
30.- Manantiales de "trop plein".- Esa expresión significa "demasiado lleno" en francés. Con ella los hidrogeólogos denominan a los manantiales efímeros que se originan después de prolongados temporales por encima de los manantiales kársticos tradicionales, con el fin de dar salida a toda el agua circulante por la roca. El "romper" del agua puede ir acompañado de silbidos y estruendos, ocasionados por violentas salidas de agua a presión. Es frecuente que las aguas originen espectaculares saltos y cascadas en "cola de caballo", con gran estrépito, motivo de atracción turística en muchas comarcas.
31.- Manantiales en altozanos.- Algunas veces los manantiales se manifiestan cerca de la cima de cerros vigía o altozanos, planteando más que razonables dudas sobre la procedencia del agua. En esos casos, se suele tratar de relieves rocosos residuales, por cuyas fracturas asciende agua a presión, denotando flujos sifonantes (vasos comunicantes) desde lugares más elevados y normalmente alejados. Por ese motivo, suelen mantener el agua en épocas de sequía, pese a estar situados en lugares con apenas cuenca vertiente.
32.- Manantiales submarinos.- Ciertos acuíferos costeros mantienen aún salidas activas bajo el mar. Muy excepcionalmente están documentados casos de surgencias puntuales, caudalosas y someras, que llegaron incluso a ser utilizadas directamente como puntos de aguada de pescadores y navegantes en otros tiempos. Actualmente, las surgencias submarinas se detectan por sus contrastes de temperatura con el agua de mar, utilizando para ello vuelos fotográficos de infrarrojos o falso color (termografías).
33.- "Mesas" de travertinos.- Muchos manantiales kársticos están asociados en el paisaje a curiosas mesas, tablas o tablones adosados a las pendientes laderas carbonatadas. Sobre el terreno se comprueba que estas formaciones están compuestas por carbonato cálcico poco denso y poroso (tobas o travertinos), originadas por precipitación al desprenderse el anhídrido carbónico de las aguas de surgencia. En esos materiales es frecuente hallar multitud de abrigos y oquedades, muy apreciadas como refugio por la fauna y el hombre primitivo. Con un poco más de observación, es habitual hallar restos calcificados de plantas e incluso de animales, muy útiles en estudios paleoambientales y de datación. Son frecuentes también los travertinos relictos, no asociados a ningún manantial actual, indicativos de paleosurgencias, desaparecidas al ir encajándose por erosión la red fluvial y rebajándose, por tanto, las cotas de drenaje basal.
34.- Minas de agua (cimbras, galerías... ).- Este tipo de captación puede considerarse entre los trabajos de ingeniería más antiguos realizados por el hombre. De origen persa, se extendió a través de la ruta de la seda, desde Irán (qanat o kanat) hacia oriente: Afganistán y Pakistan (Karez), India, Beluchistán (kahn), China (kanerjing)... , pero también hacia los países limítrofes: Emiratos Arabes (falaz), Jordania y Siria (qanat romani); y hacia occidente: Chipre, Egipto, Argelia (foggara o fughara), Marruecos (khattara)... , llegando a España con los romanos (mina), y desde aquí al Nuevo Mundo. Muchas minas de agua son kilométricas, verdaderos monumentos al esfuerzo y tesón de años del hombre en busca de la ansiada agua, labradas a pico y pala. El rebaje de este tipo de obras, para teóricamente aumentar el caudal fluyente, es una práctica muy utilizada, de limitados efectos a medio plazo, ya que lo único que se consigue es aumentar temporalmente el caudal a costa de vaciar parte del embalse subterráneo al provocar un descenso del anterior punto de aliviadero.
35.- Noviazgos y fuentes.- Las idas y venidas a la fuente con los cántaros a la cadera o a hacer la colada de las féminas, eran aprovechadas por los mozos para establecer romances y noviazgos, en épocas en las que la comunicación a solas entre ambos sexos gozaba de contadas oportunidades. También era utilizada la fuente en rituales de noviazgo de tres tipos: los que servían para romper la soltería, los que se utilizaban para adivinar las características del amante y los juegos que propiciaban el encuentro entre solteros y que precipitaban el noviazgo.
36.- Ojos de agua.- Se denomina así a afloramientos de agua más o menos circulares dentro de materiales detríticos finos (cieno y limo). Son frecuentes en zonas bajas de marismas. Algunos, conocidos como nocles y trampales, tienen la peculiaridad de poseer un fondo de cieno de baja densidad por su saturación en agua ascensional, lo que provoca rápidos y profundos hundimientos si se entra en ellos. Por este motivo, son sitios peligrosos que suelen estar vallados.
37.- Oscilaciones y desfases de caudal.- El generoso tiempo que emplea el agua en viajar por el interior de la tierra, desde que se infiltra hasta que brota por manantiales, es la causa de que el caudal de los manantiales presente (afortunadamente) un importante desfase temporal con las precipitaciones. Es muy frecuente que a la gente le sorprenda que en verano muchos manantiales arrojen más caudal que en pleno invierno. Y todavía más si después de secos "rompen" a manar en una época sin lluvias. No obstante, algunos manantiales, especialmente los de extensos acuíferos detríticos y los de materiales poco permeables, no manifiestan tan acusadamente las crecidas y decrecidas de caudal, y de ellos se suele decir que "echan siempre la misma agua", para indicar que se trata de fuentes seguras y buenas.
38.- Poesía, pintura y aguas.- El plácido murmullo de las aguas nacientes y los hermosos y bucólicos paisajes de sus entornos siempre han propiciado la paz interior, la introspección del hombre y el afloramiento de íntimas sensaciones y sentimientos, que eran materializados a través de la poesía y la pintura. Son reiterativas las figuras poéticas del caño y la fuente, o las láminas de agua y sus reflejos en la pintura.
39.- Rezumes y pozos de cañadas.- En terrenos de baja permeabilidad, muy frecuentemente margosos o arcillosos, pero también pizarrosos, graníticos y de otros tipos, existe cierto flujo de agua, muy frecuentemente a través de niveles superficiales de suelo o de alteración. La escorrentía entonces se adapta aproximadamente a la topografía del terreno, dirigiéndose hacia las zonas más deprimidas, generalmente cañadas o barrancos. En ellos el agua mana muy lentamente y de forma difusa, o bien empapa el lecho, donde la humedad se manifiesta por una vegetación típica de tarajes, carrizos, cañas, juncos y zarzas. Aunque los caudales son pequeños, pueden tardar en agotarse por las bajas velocidades de flujo, especialmente si las cuencas o áreas de alimentación son extensas. Se trata de un tipo de surgencias abundantísimas en Andalucía, muy apreciadas en extensas zonas ruraless, donde, por la naturaleza poco permeable de los terrenos, no se dispone de otras alternativas de abastecimiento. En estas cañadas era frecuente obrar pozos manuales de poca profundidad, con el fin de mantener a buen recaudo de la evaporación estas preciadas aguas y garantizar de paso el abasto en los tórridos e inclementes estiajes.
40.- Ríos y veneros subterráneos.- En la creencia popular está muy arraigada la idea de que el agua circula bajo tierra a través de ríos o veneros subterráneos, que siguen direcciones concretas. Ello se debe a la observación de ese fenómeno en ciertas cavidades, lo que no es más que una excepción del sistema de flujo subterráneo, que normalmente es en lámina y sumamente lento.
41.- Rituales de agua.- Los rituales del agua de nuestras fuentes tuvieron (y tienen) un fuerte arraigo popular y cultural. La utilización del agua en rituales se debe a tres razones fundamentales: por ser el agua origen de la vida, por su fuerza regeneradora y, sobre todo, por su poder lustral. Por el contacto con el agua se intenta vivificar y captar la fuerza intrínseca de la fuente (o de los objetos sumergidos en ella); también se espera limpiar toda inmundicia, o liberar de todo resto anterior; y por su poder lustral, el agua tiene la facultad de separar, y por esta razón se utiliza en los ritos de paso: el agua vuelve a poner todo en su sitio después de un momento crítico o un desarreglo.
42.- Salinas y salmueras.- Algunas aguas subterráneas circulan a través de depósitos de sal gema (que se comportan como un acuífero kárstico), por lo que sus concentraciones en cloruro sódico alcanzan la saturación, con valores que pueden superar los 350 gramos por litro (10 veces más que el agua del mar), denominándose salmueras. Esas aguas constituyen, si el caudal lo permite, un preciado tesoro para la extracción de sal por evaporación. La mayor parte de las numerosas salinas interiores andaluzas responden a este esquema. El alto valor de la sal en otros tiempos (de ahí el nombre de salario), convirtió a esos manantiales en enclaves estratégicos, dotados incluso de guarniciones y defensa militar.
43.- Supersticiones y fuentes.- Las fuentes son lugares que atesoran multitud de supersticiones, muchas de ellas inspiradas en sus poderes divinos y en abundantes rituales, algunos paganos. Rituales de mediación, curación, purificación, noviazgo, maternidad, etc. Y siempre la superstición en forma de moneda lanzada a las aguas con la petición de un deseo.
44.- Suspiradores y explosiones.- Después de precipitaciones intensas, el agua que penetra en masa en los macizos kársticos desplaza violentamente al aire contenido en los huecos de la roca. Si la salida del mismo al exterior se produce por conductos estrechos se provocan silbidos y ruidos similares, que algunas veces sobrecogen por parecer suspiros. Excepcionalmente, pueden quedar bolsadas de aire atrapadas, que la fuerza del agua comprime y empuja hasta provocar violentas salidas con estruendos parecidos a explosiones, perceptibles a muchos kilómetros de distancia. Cuando se oyen se dice que el manantial reventó o rompió.
45.- Temperatura de las aguas.- Los manantiales tienen la peculiaridad de mantener una temperatura siempre constante, similar a la media atmosférica anual. Sin embargo, está muy arraigada la creencia de que las aguas son cálidas en invierno y frías ("hasta doler las manos") en verano, lo cual no responde más que a la sensación de contraste del cuerpo con la temperatura ambiente reinante en cada momento. En los días fríos del invierno es común ver salir vapor de manantiales, zonas húmedas, rezumes y vaguadas, aun tratándose de aguas de temperatura normal. Ese efecto térmico colchón de las aguas de manantial fue aprovechado por el hombre antiguo con fines muy variados. En invierno, los grandes manantiales (y sus grutas y cuevas frecuentemente asociadas) imponían un cierto alivio térmico, que el hombre buscaba para refugiarse y también para cazar, al ser frecuentados, por el mismo motivo, por animales de sangre caliente. Por el contrario, esos mismos manantiales eran utilizados en verano para resguardarse del calor inclemente y como neveras para sus alimentos. Cuantas veces se utilizaban en el mundo rural las fuentes y minas de agua como improvisadas neveras, donde conservar la leche y otros productos perecederos.
46.- Terremotos, fracturas y manantiales..- Toda la Cordillera Bética es zona sísmicamente muy activa, donde se producen multitud de terremotos y pequeños temblores de tierra. Esas sacudidas del terreno abren fracturas (o las cierran), por lo que pueden modificar los caminos seguidos por las aguas subterráneas y, consecuentemente, los puntos de surgencia o hacer variar su calidad (especialmente la temperatura), como ha ocurrido en numerosas ocasiones. Hay quién ha querido ver en repentinas alteraciones del caudal o de la temperatura un signo premonitorio de la ocurrencia de un gran terremoto.
47.- Tiempos de agotamiento.- Cada manantial presenta, en ausencia de precipitaciones, una curva o ecuación característica de agotamiento de sus caudales. Los hidrogeólogos pueden saber así el tiempo que tardaría teóricamente en agotarse cada manantial. A igualdad de otras variables, cuanto más poroso y permeable es un terreno, más rápidamente se agotan sus fuentes. Esa es la explicación de por qué modestas fuentes en materiales poco permeables conservan durante más tiempo el agua.
48.- Transpiración vegetal y surgencias.- La vegetación que crece junto a las surgencias detrae parte de sus aguas por transpiración a la atmósfera. En zonas húmedas, el caudal transpirado puede llegar a ser importante, haciendo incluso disminuir los niveles de agua. Un caso curioso es el que se produce en ciertas fuentes forestales, donde la transpiración de la cubierta vegetal es suficiente para secar o aminorar sensiblemente los caudales fluyentes durante los días de verano. Esa es la explicación de algunos milagrosos rebrotes ("remanaos") de caudales al caer la noche, que desaparecen nuevamente con la salida del sol. Lo mismo ocurre en el lecho de charcas y lagunas.
49.- Trashumancia y abrevaderos.- Andalucía está surcada de cañadas reales, cordeles y coladas utilizadas por el ganado desde tiempos inmemoriales para desplazarse de los pastos de invierno a los de verano. Estas cañadas se adaptaban a la perfección a la orografía del terreno para pasar por puertos y corredores. Pero también por manaderos y fuentes, aguas seguras y puras con las que saciar la sed del ganado. Los manantiales, a menudo convertidos en abrevaderos, eran parte indisoluble de esas "veredas de carne", junto a las que se levantaron otros elementos etnográficos de gran valor, hoy casi desaparecidos, como descansaderos, majadas, contaderos, puentes, casas de esquileo, lavaderos de lana o chozos.
50.- Zonas húmedas.- Buena parte de las zonas húmedas están asociadas a flujos, más o menos abundantes, de aguas subterráneas, en gran parte ocultos y desconocidos. La estabilidad de niveles es un buen indicador de la existencia, aunque no se vea, de estos flujos. Hay toda una extraordinaria variedad de zonas húmedas, caracterizadas por constituir ecosistemas de alto valor, especialmente en regiones áridas.
51.- Volcanes de barro.- Cuando los flujos de agua ascendentes son fuertes y el fondo de la poza del manantial está cubierta por depósitos de limo o cieno, se producen como pequeños volcanes de barro. Un fenómeno similar, a mayor escala, es el de ciertos ojos de agua, nocles y trampales.